Hay
siempre movimiento y sonidos que emanan de las obras de Nell y Domingo
Politi. Esto quizás se debe a sus toques de pintura resplandecientes
de color, a sus motivos arcaicos, repetitivos, singulares, delimitados
de negro; a su organización que parece construirse bajo nuestros
ojos o detrás de nuestra espalda, para mejor sorprender nuestra
mirada y seducirla a la manera de un flechazo.
De
todas maneras, este lenguaje del color, esta escritura del color,
como un tejido mestizado, vibra y nos hace vibrar. No estamos lejos
de la araña y de su tela, si no fuera por este jubilo de
crear que se siente a través de este trabajo riguroso y pertinaz.
Esta
doble paradoja crea la magia de este arte instantáneo, sin
embargo lentamente premeditado, volviendonos víctima consentida, subyugada,
y con todo, enriquecida de un nuevo espacio de libertad.
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